lunes, 22 de febrero de 2010

El maestro debe morir

Durante mucho tiempo he tratado de buscar con relativo éxito aquellas personas que me aportasen sabiduría y conocimiento. Algo así como una especie de mentor para saber reconducir mis pasos, evitando fracasos, decepciones y desengaños. Al principio, cuando era demasiado joven, todos me parecían muy seguros de sí mismos, detrás de cada uno había innumerables experiencias personales, dispuestas a inyectarte pequeñas dosis de realidad contemporánea. Con el paso del tiempo, aprendí a diferenciar los verdaderos intelectuales de los charlatanes, a tener mucho cuidado con los que intentan arrimarte para casa y de los que sólo buscan desahogarse. Llega un momento en el cual empiezas a tomar ciertas decisiones por ti mismo, aprendiendo lo difícil y complejo del proceso. No siempre es fácil las primeras veces pero luego te vas acostumbrando. Inevitablemente llegaremos en algún momento a contradecirnos a nosotros mismos, definiendo la contradicción como la diferencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
Esta realidad de la condición humana desmonta cualquier apego por la sapiencia ajena porque cuando tú mismo has comprobado lo difícil que es hacerte caso, ¿cómo se lo vas a hacer a los demás?. Y por lo tanto, ¿por qué perder el tiempo tratando de buscar iluminados cuando sabemos que ellos mismos caerán en sus propias contradicciones tarde o temprano?. Seamos libres para pensar, para actuar, para equivocarnos y para triunfar. El maestro debe morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario