Sí, ese Ser abunda por doquier así que..., mucho cuidado. Todo comienza con un plañido, seguido de angustia e impotencia; cuando al fin nos tiene enternecidos tanta desventura, dispara presto y directo al corazón su solicitud. Y ahí finalizan sus lisonjas, no se volverán a ver más, ni siquiera para agradecer la ayuda prestada.
Podemos concluir lo siguiente: quien exagera al punto de hacernos ver lo mal que le trata la vida, y cómo podríamos remediar su dolor, busca al primer tonto capaz de resolverle la papeleta. Interpretar esto de otra forma es engañarnos sobremanera.
Cuando sucede una vez, vale, nos la metieron doblada y punto. Pero caer de nuevo en la trampa tiene delito, ya no digamos si fuese la misma persona; aunque bueno... nosotros alguna vez le hemos fallado a alguien, es verdad, y también no hemos sabido agradecer algunos favores como debiéramos. No obstante, yo me refiero en esta entrada a quien tiene por costumbre aprovecharse de la amistad o del parentesco en pos de sus intereses, haciéndose el mártir y la víctima. Repito otra vez, cuidadín cuidadín.
Sólo nos queda seguir siendo fieles a nuestra filosofía de vida y mentir, sí, mentir para no quedar mal con nadie. Si eres sincero y le dices que es un vago, que se ponga a estudiar en vez de dejarle los apuntes, a ojos de todo el mundo eres un cabrón, pero si dices que los tienes prestados o los tienes en sucio y qué pena que no puedas ayudarle, entonces sigues siendo buena persona. Oh, pero ¿cómo podemos llegar a estos extremos donde el que es aprovechado, siempre tiene la excusa perfecta, mientras los que nos tenemos medianamente por legales y cumplidores debamos inventarnos excusas para no parecer - y encima suena gracioso - desagradecidos?. El tiempo dará o quitará razones, también los favores.