martes, 16 de marzo de 2010

En la cumbre de la grandeza

Imagínate por un momento que todo comienza a salirte bien. Empiezas a encadenar una serie de éxito tras otro sin parar. Incluso, aquello que ni siquiera soñaste se convierte en realidad. ¿Cómo llegarías a sentirte?.
Como dijo Napoleón Bonaparte: La ambición no se detiene ni en la cumbre de la grandeza. No obstante, para llegar a disfrutar de nuestas conquistas es necesario un periodo de reflexión, una tregua para con nosotros mismos. Tener ambiciones está muy bien, pero hay que saber ponerles freno. Cuando logramos nuestas metas siempre miramos hacia adelante, justo lo contario de cuando fracasamos, sin embargo debemos analizar lo más objetivamente posible cada desenlace y extraer las conclusiones oportunas. Ganar hoy no significa ganar con facilidad mañana. Debemos ser humildes y nunca olvidar que detrás de cada victoria nuestra mucha otra gente ha participado de alguna manera. Gracias a sus palabras de consuelo en los momentos más difíciles y también a su valiosa ayuda somos lo que somos y de hecho, pocas cosas puede un hombre conseguir de forma herméticamente individual. Olvidarse a menudo del papel de los demás en nuestros éxitos implica sobrevalorarnos nosotros mismos, si bien tampoco debemos pecar de humildad concediendo medallas al resto por nada.
No se trata de llegar a la grandeza, es cuestión de mantenerse. ¿De qué serviría perder lo que con tanto esfuerzo ha costado si nos creemos invencibles y bajamos la guardia?. ¡Ay la vanidad!, esa musa dispuesta a hacer perder el juicio de la razón. Mucho cuidado con ella.

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