jueves, 4 de marzo de 2010

La falsedad

La falsedad es a decir verdad, una cualidad innata en el ser humano. Cada día, en función de nuestras relaciones interpersonales, en mayor o menor medida somos falsos, unas veces por inercia, otras por costumbre y las más por protocolo.
Voy a romper una lanza a favor de la falsedad, entendiendo la misma como un mecanismo para lograr nuestros deseos, evitar males mayores y convivir en relativa armonía.
¿Acaso de pequeños, no desarrollábamos un comportamiento ejemplar para con nuestros padres esperanzados en obtener un presente inmediato?. ¿Acaso decimos lo que pensamos y nos comportamos como decimos?. Por no mencionar la religión, donde es muy fácil acudir el primero a los actos pero luego seguir los preceptos...
Supongo que podemos establecer una división entre la falsedad sana y la maligna. La primera ayuda a sortear las emboscadas y puñaladas del trabajo; se hace necesaria en sociedad, no persigue el lucro sino la autodefensa, cubrir nuestras espaldas. En cambio la otra persigue el interés económico, es amante del poder y está presente en la cama.
Ya va siendo hora de dejar de ser hipócritas con nosotros mismos reconociendo nuestras falsedades. De algunas podremos llegar incluso a sentirnos orgullosos, aunque tampoco conviene perder el norte rebasando ciertos límites éticos y morales.
¿Serías sincero al decirle a un apreciado familiar lo horrible que le ha quedado el plato principal del almuerzo?. ¿Cuando no llegas al orgasmo y tu pareja anda algo preocupado por satisfacerte; por una noche no podrías hacer una excepción para subirle el ánimo?. ¿Es tu hijo el más guapo e inteligente del mundo?. ¿Tan bien te cae tu jefe?. En fin...

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