viernes, 16 de abril de 2010

Aceptar nuestros límites

¿Hasta qué punto debemos aceptar nuestros límites?. En sí misma, es una cuestión harta difícil de resolver. ¿Debemos ser nosotros quienes establezcamos el alpha y el omega para con nuestros deseos, capacidades y sacrificos?. ¿O será el devenir de los acontecimientos como ha resultado siempre, quien dicte hasta dónde podemos llegar?.

Recurriré a una cita de Jean Guitton para continuar incidiendo en la cuestión: Acepta tus límites por todas partes. El límite da la forma, que es una de las condiciones de la plenitud. Por un lado, aceptar límites quiere decir rendirnos a una postura en parte objetiva y en parte subjetiva, pero no por ello acertada. Si en un momento dado eres capaz de vencer las adversidades en forma de prejuicios y zancadillas, superando barreras y dejando a más de uno boquiabierto, ¿entonces no hemos modificado nuestro límite que se suponía inmutable?. De donde podemos concluir que aceptar límites puede llevarnos a claudicar antes de tiempo, errar en la forma y conformarnos con menos de la plenitud a nuestro verdadero alcance.

Tampoco podemos asemejarnos a los héroes griegos en la verificación de hasta dónde podemos llegar, ni hacer caso de la máxima del circo más difícil todavía. Cuando en la carretera existen límites de velocidad, a pesar de que no son límites para el ser humano intrínsecamente, su finalidad es la de preservar un orden y un equilibrio, previniendo accidentes y conducciones temerarias. Podríamos pues, entender desde este punto de vista, a Jean Guitton, porque de un yo puedo con todo y no le tengo miedo a nada a yo soy un fracasado no valiendo para nada hay un mundo. Aceptar ciertas verdades con gran objetividad, bien podría favorecernos a tomar las decisiones adecuadas en un futuro, dejando a un lado hipérboles y zollipos.

Como se puede ver, no hay límites para establecer los propios. Cada cual deberá actuar según aprecie mejor. El buen limitador que limite, a gusto consigo estará.

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