jueves, 15 de abril de 2010

Lo necesario y lo superfluo

En la mayoría de los casos podemos discernir entre lo necesario y lo superfluo. Fácil es entender qué es lo más importante de aquello o de lo otro y anteponerlo a lo menos necesario. Sin embargo, no siempre resulta así, bien porque los sentimientos alteran la categoría de las cosas o que en realidad, no sabemos a ciertas alturas qué peso de la mochila es prescindible para lograr con ello un viaje menos fatigoso. Entonces, ¿cómo actuar en esos casos donde no conoces las prioridades a tener en cuenta para la toma de decisiones?. Yo aconsejaría por de pronto, cuando en el tema a tratar convivan sentimientos afectivos y parjas o exparejas, ser sanamente egoístas. ¿Puede haber algo más importante y necesario que nuestro bienestar físico y psicológico?. Otra cuestión será cuando los hijos medien en el conflicto, y es ahí donde otorgaremos prioridad sin dudarlo a su bienestar, al menos en su infancia y juventud, pues en la edad adulta sabrán comprender e incluso apoyar ciertas determinaciones. Si ahora el tema a tratar afecta al futuro, sobre cómo diseñar una buena estrategia para disfrutar de una felicidad bien merecida, la clave podría encontrarse en saber o cómo nos gustaría estar, sino cómo no nos gustaría estar, y así priorizar el gasto de nuestras energías. De esta forma nos olvidaremos de los lujos que siempre acompañan nuestros deseos de triunfar en la vida, y atenderemos mejor la esencia del cambio necesario.

Por poner un ejemplo, ¿qué parte del coche consideramos más necesaria y de igual manera prescindible?. Bueno... el motor por supuesto es necesario, sin él no habría movimiento. Las ruedas bien regladas y contrapesadas también, qué decir de los frenos sobre todo en una cuesta, por no hablar del radiador, la correa de distribucion, etc... Vale, todo esto está muy bien y por otra parte lógico, es más, no podríamos calificarlo como coche si le faltase algo de lo anterior porque no podrí hacer kilómetros (exceptuando los frenos y algo más) pero... al margen de las piezas inherentes, ¿no le daría más importancia a la marca y el modelo, un adinerado soltero de oro en pos de llamar la atención del género femenino, que un jubilado ansioso por volver a conducir y recuperar autonomía falto de guita?. Sabed pues, que tanto el uno como el otro disfrutarán a su manera del mismo tipo de objeto, pero se verán las caras en el taller si por un casual fallase algo de lo necesario. Por lo demás, irá como todo lo superfluo en esta vida, en función del bolsillo de cada uno.

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