miércoles, 21 de abril de 2010

El maquillaje

Por lo pronto, hay de todo con respecto al maquillaje, diversas opiniones para cada gusto. Yo intentaré abordar el tema desde la perspectiva de corregir defectos, o al menos disimularlos...

¿Por qué nos maquillamos?, y no me refiero a embadurnar caras hasta evitar su transpiración. ¿Necesario es a toda costa vernos perfectos?. ¿Nos aporta felicidad depurar nuestras imperfecciones, o es la aceptación de la sociedad lo que perseguimos sin más?. Ahora, en base a los cosméticos, ¿tan a disgusto estamos con nosotros mismos como para recelar del espejo y de los demás, sin un punto de carmín, brillo, rímel,...?

Un buen experimento a realizar, mas que una reflexión, sería probar un día, uno cualquiera, salir a la calle en condiciones desacostumbradas y ver qué ocurre. No es necesario extremarse en el abandono corporal, pongamos límite a la higiene personal y en no provocar el sudor. Con el pelo algo alborotado pero sin pasarse, la cara de recién contacto con el agua fría del lavabo, sin más añadiduras, ropa discreta, algo espesos y dormidos. Ir a trabajar como de costumbre, saludando al resto de compañeros, (bueno, es verdad que algunos trabajos "obligan" a maquillarse a sus empleados, pero imaginemos uno donde no sea así), a los clientes y al que se tercie. ¿Nos mirarían igual?. ¿El trato es acorde a como otro rostro los hubiera atendido o desayunado con ellos?. Todavía no he llegado a ponerlo en práctica pero me cuesta creer que sí. Somos muy de fachada, el interior sólo cuenta para después de haber afianzado la relación; si te llevas luego una desagradable sorpresa ahí te quedas, con tus llantos y lamentos hablándole a un cerebro en paro, sin ganas de volver al tajo, ¡qué le vamos a hacer!. Ya no sé si es necesidad o arrogancia, búsqueda de la felicidad, aceptación o aprecio, pero revestir hocicos ayuda, ayuda a entrar por los ojos.

En fin, una vez más claudico frente a la apariencia sin otorgarle más importancia que la de iniciar el primer paso. El resto será cosa de batallar día a día por la supervivencia de la pareja, donde el amor siempre maquilla los defectos del otro.

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